viernes, 23 de julio de 2010

EL PLACER ANTE TODO


Tal vez se pueda pensar que la gente come únicamente porque tiene la necesidad de alimentarse, pero yo, en mi muy particular opinión, pienso que esto tiene que ir más allá de cubrir una necesidad fisiológica.


Esto no lo diré basándome en un estudio científico, ni mucho menos, sencillamente y, porque me considero una “comedora consolidada”, afirmo que comer es uno de los mayores placeres de la vida. Sin embargo, comer por comer, de ninguna manera, sino saborear cada bocado, es decir, hacer de esta actividad una experiencia llena de sensaciones y ahí es donde –si se me permite juzgar- no todo el mundo puede decir que puede lograrlo.


Si vamos a hablar del verdadero “arte de comer” y antes de llegar a saborear los platillos, debemos considerar muchos y pequeñísimos detalles que, para muchos, pueden no ser perceptibles, pero que hacen de la experiencia algo que verdaderamente valga la pena y que todas las personas deberían apreciar, ya que pienso que, hoy en día, se ha devaluado sobremanera el exquisito momento de degustar una buena comida.


Todos, en algún momento de nuestro devenir cotidiano, en ese preciso momento, cuando la clase está en su clímax de aburrimiento o en el punto álgido del análisis financiero de la empresa o, simplemente, en el ir y venir de la terrible rutina, puedo estar casi segura de que hemos deseado estar en ese “lugar de paz”, ese refugio donde se conjugan todos los elementos necesarios para vivir la experiencia de comer y con ello me refiero a cualquier cosa, ya sea comida o bebida, desayuno, almuerzo, cena, antojo de media tarde….en fin, todo aquello que nos inunde el paladar.


En un mundo donde el día a día está plagado de obligaciones, prisas, presiones, problemas, preocupaciones y demás, lo más justo es que nos permitamos tener ese momento, nuestro momento hedonista del día y, además, estoy convencida de que todo ser humano debe hacerlo, así sea degustando el platillo más sofisticado o el plato más sencillo y que más trabajo nos haya costado llevar a nuestra mesa; no se trata de condición socioeconómica, se trata, sencillamente, de aprender a disfrutar del placer de lo cotidiano y hacer de éste un instante que nos brinde felicidad.


Con todo esto no me refiero a que “vivamos para comer”, pero tampoco comamos sólo para sobrevivir, sino para vivir felices, aunque sea ese pequeño instante que dedicamos a gozar de los sabores que la vida nos brinda, de la pequeña parte de complicidad que nos regalan las manos que trabajan al calor de los fogones y que nos ayudan a disfrutar de ellos.


Soy consciente de que pueden o no estar de acuerdo conmigo, pero podríamos empezar por tratar de experimentarlo en una de las comidas del día, es sólo cuestión de dirigir todos y cada uno de nuestros sentidos hacia ese momento, por lo menos ser conscientes de si nos gusta o no lo que nos estamos llevando a la boca……es un buen comienzo, ¿no? De las sensaciones y los sabores, después hablamos…..